Siempre en nuestros corazones y nunca en el olvido. Mi madre, Betty, era una dama increíble. Era empresaria, artista, bailarina, voluntaria y siempre nos hacía reír. No pasa un día sin que piense en ella. Sus fotos adornan las paredes de mi casa, un hogar que compartió con nosotros en sus últimos días. Sé que ella me estará esperando en el cielo y en ese día nos regocijaremos. Mientras leo historias de otras personas que enfrentan los desafíos de esta enfermedad y hablo con amigos que la están pasando con sus seres queridos, mi deseo es que llegue un día sin más sufrimiento. El dinero recaudado para la investigación y la concienciación ayuda a muchos otros que se enfrentan a esta enfermedad. Agradezco cualquier donación que pueda hacer. Dios los bendiga.
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