Crecí como voluntaria en unidades de cuidado de la memoria en hogares de vida asistida en Augusta, Georgia, y el área central del río Savannah (CSRA), como Augusta Gardens. Las personas que conocí que padecían la enfermedad de Alzheimer eran, sin duda, algunas de las personas más amables que tenían el corazón más grande que jamás había conocido. Sin embargo, nunca pude entender, como una mujer joven que conocía a personas a las que admiraba, por qué nunca recordaban quién era yo entre visitas.

Gracias a la educación de mi madre y otros miembros de la comunidad, pronto aprendí por qué no podían recordar mi nombre o los bailes que les enseñaba, las canciones que les cantaba o las historias que les contaba. Aprendí rápidamente qué era la enfermedad de Alzheimer y cómo afectaba al cerebro y al funcionamiento humano. La Caminata para acabar con el Alzheimer pronto se convirtió en una función anual para mi familia, y tengo innumerables playeras de la Asociación de Alzheimer en mi cajón que pueden dar fe de ello.

Comencé seriamente a recaudar dinero para la Asociación de Alzheimer en mis años universitarios, donde rápidamente me di cuenta de la cantidad de personas afectadas de alguna manera por la enfermedad de Alzheimer. Ya sea su ser querido, amigo, colega u otra persona con la que pasaron tiempo desarrollaron esta enfermedad y les quitó la vida, una función olvidada a la vez. Las historias que la gente ha compartido conmigo y las luchas que he escuchado de muchos me inspiran hoy para luchar por el fin del Alzheimer. Hasta la fecha, he recaudado más de $3,000 para la investigación y el apoyo a la enfermedad de Alzheimer.