Mi mamá, Ardis, padeció esta terrible enfermedad y eventualmente le quitó la vida. Pero antes de eso, le quitó muchas otras cosas que la hacían ser quien era. Ya no podía hablar de manera inteligible ni identificar a su familia. No fue capaz de recordar cosas importantes y perdió la memoria. Perdió su independencia. Pero a pesar de todo, tuvimos la suerte de que nunca perdió su sonrisa y la capacidad de reír.
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