
Estoy caminando por mi mamá, Jeanne Klein.
Ella era una tonta y, en muchos sentidos, todavía lo es. Tonto, cariñoso, ferozmente independiente, cariñoso. De ella obtengo mi vena testaruda, pero también el combustible que enciende el fuego de mi vida. Ella me enseñó que está bien (e incluso deseable) ser un niño de corazón y fomentar ese niño interior. Ella me enseñó lo que es cuidar de los demás. Ella me dio 4 hermanos raros y únicos. Ella me dio tradiciones y hermosos recuerdos. Esta era mi mamá.
Jeanne siempre pareció saber que algún día tendría la enfermedad de Alzheimer. Vio a su madre sucumbir a ello. Cuando empezó a olvidar los nombres y lugares de las personas, Jeanne al principio se puso muy nerviosa. Fue entonces cuando se sometió por primera vez a pruebas neurocognitivas y le diagnosticaron demencia de Alzheimer, hace unos 14 o 15 años. Luego llegó un punto en el que le resultó casi divertido ("¡Oh, bueno!") que se le olvidaban las cosas. Ese período intermedio, cuando ella era lo que yo llamaría "Feliz Demente", duró mucho tiempo, muchos años. Todavía podía comunicarse eficazmente y en su mayor parte seguía siendo independiente. Cuando empezó a olvidarse de mi padre, a no creer que estuvieran casados y a pedir volver a casa con sus padres en Ohio, fue entonces cuando empezó a tener miedo, tristeza y confusión. Su sueño se volvió errático y salía de casa en pleno invierno (¡en MN!) sin zapatos. Como familia, nos adaptamos lo mejor que pudimos. A un punto. Necesitábamos ayuda. En junio de 2022, la trasladaron a un centro de atención de la memoria. Desde entonces, ha decaído rápidamente. Ya no puede comunicarse de manera significativa y camina constantemente, aunque esto ha disminuido un poco. Probablemente perdió el 30% de su peso corporal debido a la caminata y la falta de interés en comer, pero esto también se ha estabilizado. Se ha caído muchas veces. Ya lamentamos su vida, sabiendo que ella realmente ya no está aquí.
¡Pero ay! ¡Qué vida tan maravillosa llevó y qué hermoso legado está dejando! El dolor de la enfermedad sirve para iluminar el amor y el bien que emanaban de su vida, un marcado contraste que se hace aún más sorprendente en comparación con la realidad actual. La amábamos y seguimos amándola. Mamá, gracias por vivir. ¡Te amo y te extraño!
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